FLAMENCO XXIV Festival de Jerez Opinión La madurez de Mercedes de Córdoba
La bailaora triunfa en Jerez respondiendo a la amenaza de una angustia patológica
'SER, NI CONMIGO NI SIN MÍ'
La bailaora triunfa en Jerez respondiendo a la amenaza de una angustia patológica
Espectáculo: 'Ser, ni conmigo ni sin mí', de Mercedes de Córdoba / Baile: Mercedes de Córdoba / Cante: Enrique el Extremeño, Antonio Núñez alias el Pulga y Jesús Corbacho / Guitarra: Juan Campallo / Percusión: Paco Vega / Locuciones: Manuel Ángel Rojas / Dirección musical: Juan Campallo / Dirección artística: Ángel Rojas / Dirección general, idea y coreografía: Mercedes de Córdoba / Lugar y fecha: Teatro Villamarta. 2 de marzo de 2020
CALIFICACIÓN: Cuatro estrellas
El vacío existencial que deviene como fruto de la pérdida del sentido de la vida del ser humano, es lo que incita a Mercedes de Córdoba a 'Ser, ni conmigo ni sin mí', un montaje que conoció su estreno el 20 de abril de 2018 en el Teatro Góngora, de Córdoba, y que con las mejoras escénicas que encumbran aún más la propuesta, podríamos considerarla como una obra de culto, tanto por la capacidad de reflexión de la protagonista cuanto por ejercer ese privilegio que la enaltece como ser humano.
El modo de responder la bailaora ante la amenaza que se le presenta por una angustia patológica, y el modo de reaccionar para no caer en el abismo personal, la induce a pensar en la aniquilación de su existencia, lo que deriva en un trastorno que le impide dar sentido a la vida.
Un cenital inclinado para alumbrar la bulería separa el abismo -donde habita el miedo, el vacío, la soledad y el terror ante lo desconocido-, de la búsqueda de un propósito para la existencia, lo que invita a Mercedes de Córdoba a presentarse con riesgo e inteligencia bailando el taranto para no caer en el vacío de la incertidumbre y la inestabilidad, dejando en ese baile las credenciales de que en ella subyace un estilo propio y elevado al rango distintivo de lo propio.
En tal disyuntiva se encuentra cuando la calidad de sus gestos se refleja cual Dolorosa cordobesa que habita en la iglesia de San Jacinto, en tanto que la Cruz del Salvador preside los sones de bulerías por soleá de El Extremeño para la expresión involuntaria de Mercedes, cediendo el espacio a la guitarra y a la vidalita de Corbacho, mientras que una sensación universal e instintiva -el miedo a morir sin haber vivido-, se refugia entre barrotes abarcando todo el espectro de la existencia.
Es en los caracoles cuando Mercedes de Córdoba, espléndida de blanco y con bata de cola, se arranca los lunares y demás complementos a fin de someter al miedo a la gran victoria, la de vivir en su máxima expresión sin él.
La vida es demasiado corta como para tenerle miedo. Y en tanto Juan Campallo nos deja una granaína a ritmo que la acogimos como una pieza de una intensa fuerza interior, esculpida eso sí con la voz de El Pulga, la presencia del amor hace que Mercedes de Córdoba se interponga entre el instrumentista y su guitarra, logrando así el momento mágico de la noche y de todo lo que llevamos de festival, el instante, en suma, en que se hacen más comprensibles los sentimientos de la pareja en la vida real, que desnudan su alma mientras trenzan un mosaico de ternura y amor pleno de emociones.
Empero, es en la soleá donde con ese viaje imposible y utópico al inframundo interior, a las profundidades ígneas de la tierra, mejor define Mercedes de Córdoba los aportes a la estética que propugna, pues aunque recurre sin duda a una evolución mimética de lo aprehendido en su trayectoria vital, hace que lo sustancial no dependa del efecto, concibe la puesta en escena desde el rigor y evidencia una plausible capacidad para ofrecer un fértil vocabulario coreográfico, con lo que se erige en una de las bailaoras más facultadas y completas de su generación.
El entusiasmo de Mercedes de Córdoba había respondido de manera equivalente a la entrega y la energía del atrás, nos había trasladado a lo esencial del baile, lo fascinante. Se desenvolvió con absoluto poder, sinergia y pulcritud, y entregó tanto en el proscenio, que hizo un despliegue de matices que funcionaron como una escala, pues nos condujo hasta la cúspide, sosteniendo la tensión y devolviéndonos al más confortable reposo.
Se apagaron las luces del escenario pero la obra nos había dado ojos para que continuásemos mirando al astro. El público, puesto en pie, la despidió con vítores e incesantes palmas de agradecimiento. Habíamos gozado de uno de los mejores y más completo espectáculo de este festival, 'Ser, ni conmigo ni sin mí', una propuesta con un atrás sobresaliente, reflexiva, de impecable ejecución ante la perspectiva pesimista y negativa del ser humano, y que simboliza el triunfo en Jerez de la profunda madurez interpretativa de Mercedes de Córdoba, la bailaora que llega a todo el mundo, incluso a aquellos que han perdido su norte, su sentido de vida y no han logrado encaminarse hacia su propia humanización.
https://www.elmundo.es/andalucia/2020/03/03/5e5e1ccafdddffba1b8b4621.html