La cantaora extremeña expone de forma íntima y verdadera un inventario amplio, de cantes con impronta y raíz tradicional, ofreciendo un argumento flamenco que profundiza y desarrolla los modelos heredados de los maestros, con una oración flamenca que goza de autenticidad en los cantes por malagueñas, soleá, alegrías,
tangos, tonás, seguiriyas, bulerías, fandangos o cantes de Levante.

 
Esta artista recoge en sus formas cantaoras el respeto y la sensibilidad hacia las fuentes flamencas. Ello le lleva a revivir en sus recitales la doctrina de Mairena, la recreación de Caracol, el poderío de La Paquera, el embrujo de La Cañeta, el salero de Chano y Mariana Cornejo, la grandeza de la casa de Los Pavon, el hermetismo del Platero de Alcalá o el filón de Pencho y Encarnación, entre otros muchos maestros. 

Embajadora de su tierra, encarnando los cantes de su tierra, tanto aquellos que están en la órbita del ritmo y la fiesta, como los que surgieron por la creatividad de los artistas autóctonos, situando en el epicentro flamenco unos cantes llenos de filigrana, almíbar, fuerza y poderío que florecieron al son de artistas, tratantes y gitanos extremeños. 

Esther Merino es fiel depositaria de una expresión cantaora que ofrece brillo, sabor, elegancia y flamenquería en sus principales citas flamencas.